Pedro Cateriano no tenía nada que perder, sabía que era la ultima vez que ocuparía un cargo importante en el sector público, por eso fue la obstinada defensa de su “sobrino” en la cartera de trabajo y el amigo Belaúnde en la de minería, todo en familia como se gobierna el país desde hace años. Vivimos una nueva república aristocrática donde aún pesan los apellidos, donde gobiernan los bancos y las mineras a espaldas del pueblo. 

Es fácil hacer leña del árbol caído, todos apuñalando al pulpín ministro saliente, sin embargo algún día volverá, quién sabe hasta como premier. La idea es cambiar la forma de gobernar este país. Evidentemente los corderos moraditos defienden a capa y espada, no al presidente, no a la “gobernabilidad”; defienden este modelo que nos a hundido en la paranoia del sistema social y económico.  

Todos saben del precario acceso a la salud, ni que decir del sistema educativo, temas que no interesan a este gobierno (lo de Sunedu es un cuento). Al día de hoy, miles de niños se ven privados de su derecho fundamental a la educación. Miles de soles son gastados en los teleprónter que ponen en “aprendo en casa”. Pero no hace falta decirlo. 

Debemos pensar en un real cambio de las cosas, en generar bases para la construcción de una nueva república, que parte por decir basta a este modelo político y económico, exigiendo nuevas reglas de juego. Para ello, la solución es el pueblo como actor social, que hoy al unísono se expresa en las redes sociales logrando grandes cambios, pero también debemos hacerlo en las calles, como lo hicieron en el año 2000, como lo hace hoy el pueblo de Espinar.